sábado, 29 de noviembre de 2008

Campanillas y tamborileros


Dos días después de las declaraciones de Ramón Calderón a Radio Marca en la que aseguraba que en este mercado invernal aterrizarían dos fichajes jóvenes que pueden ayudar y jugar en Champions y que para el verano que viene llegarían dos o tres fichajes de campanillas, los aficionados al fútbol, sean madridistas o no, siguen cachondeándose de ello.

Calderón tiene un serio problema, y es su incontinencia verbal desmedida, lo que provoca que sus errores tengan mucha más repercusión que sus aciertos. Por mucho que le recomienden que se guarde de decir demasiado, no puede: la boca se le llena de proyectos que ni siquiera él sabe si saldrán bien o no. El hombre que no trajo a Kaká, a Cesc, a Cristiano Ronaldo, a Villa y a Cazorla no aprende.

Y es que en vez de la sutileza de las campanillas el prefiere el ritmo machacón de los tamborileros. ¿Que queda poco para una Asamblea? Pum, pum, pum. Tambores a replicar para darle sonido previo a la que se avecina, dicen las malas lenguas que más movido de lo que algunos quieren creer pese a que los compromisarios, en esta ocasión, son de mayoría presidencialista. Y para acallar a los que no lo son, nada mejor que ponerles cachondíbiris con un par de rumorcilos y así pasen por el aro.

Por cierto, no he tenido ocasión de repasar con detenimiento las cuentas que tratará de aprobar esta Junta Directiva, pero sí me llamó la atención que el Madrid haya anunciado 51 millones de euros de beneficio el curso pasado. 42 de esos millones son de la venta de Robinho, o eso dicen, luego el Madrid, por sí mismo y sin más fichajes que el de Van der Vaart, sólo ha sido capaz de generar 9+15 (el coste de Rafaé)=24 millones de euros de beneficio en un año, un periodo económico redondo, vaya. Si Cristiano hubiera costado 70, como estaba pactado, Villa 50 y Cazorla 20, habría que empezar a construír a todo meter torres en Valdebebas, tal vez al ritmo marcado por el tamborilero.

Por cierto, un día contaré lo que pasó de verdad con CR7 y cómo el Madrid, por hacerse el lonchas, le dejó escapar cuando estaba atado y más que atado y sólo faltaba echar la firma a unos papeles cuyo contenido ya estaba pactado verbalmente.

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