domingo, 26 de abril de 2009
Atarse los machos
Siempre hay una puerta abierta por la que salir de las dificultades, y anoche el Valencia nos abrió una. En la víspera del partido supremo contra el Sevilla, al que acudimos en cuadro y encima contra un equipo que se nos da especialmente mal en las últimas temporadas, le arañó un empate al Barça que pudo ser más, según dicen, y nos dio un balón de oxígeno.
La empresa, ganar la Liga, sigue siendo igual de complicada, hay otro que la tiene a tiro y que sólo la podría perder porque el perseguidor es quien es, pero hoy es cuando los que jueguen, sean los que sean, delanteros de nariz aguileña y gesto avinagrado, centrocampistas indolentes y tal, tienen que demostrar, una vez más, que son el Madrid. Hoy no es un encuentro para nenazas. Y si las hay van a exponerse ante todos.
Recibimiento hostil que ya comenzó ayer, con los proetarras de los Biris (¿de verdad no había nada mejor que hacer un sábado por la tarde que irse al aeropuerto a hacer el panoli? Qué país de tarados...) y sus famosos Juandólares para el Monopoly, traidor Ramos y todas esas cosas; Duscher y Kanouté reservados en el Bronx Nou para darle una alegría a una afición hartita de su entrenador; el camorrista profesional Cristóbal Soria como delegado de campo con las mismas maneras de matoncillo de discoteca, su anterior profesión; el xenófobo, racista, homófobo, tontolculo y retrasado mental (con todos mis respetos a los que padecen esa enfermedad) de Jesús Alvarado desparramando bilis en su estercolero... Muchos aditivos para que los jugadores salgan enchufados y ganen el partido. Mira que me cae mal el Valencia, junto al Paleti y al Bayern los tres equipos que haría desaparecer inmediatamente de este mundo, pero el Cerdilla está cada vez más cerca, incluso tengo serias dudas de si no les habrá alcanzado ya...
Así que es un partido para atarse los machos, frase que viene al pelo teniendo en cuenta que mañana empieza la Feria en Sevilla y que la Maestranza ya ha arrancado sus festejos. Los machos son las borlas que están debajo de la taleguilla y que sirven para ajustar el calzón del torero (además de las que cuelgan de las hombreras de la chaquetilla), precisamente el último paso que se hace para terminar de vestirse de luces. Desde ese momento se sobreentiende que llega el momento de la verdad. Ese momento ha llegado. No, no hay lugar para nenazas...
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