miércoles, 31 de diciembre de 2008

El Madrid de siempre


Aparte de haber contestado a vuestros últimos comentarios en la entrada anterior, me pongo, para cerrar el año, con la anécdota prometida que me contó hará un mes y medio, de sobremesa, Manolo Velázquez y que sirve para ilustrar las diferencias entre el Madrid actual y el de antaño. La anécdota, además, no es moco de pavo, pues los dos protagonistas de la misma son dos santos y señas del Mejor Club del Siglo XX: Alfredo di Stéfano y Amancio Amaro.

Según me contaba Velázquez, quien a sí mismo se autodenomina 'el Guti de los 60' "no sólo porque jugáramos parecido, sino porque a mí Chamartín me pitaba igual que a él: el público madridista ha sido siempre el más crítico con sus propios jugadores", de Amancio llamaba poderosamente la atención que, tras regatear a un rival, siempre se le escapaba un gritito de alivio: algo semejante a un "¡Ooopa!" que sacaba de quicio a muchos pero que nunca logró quitarse el genio gallego, cuya hija compartió conmigo Facultad de Periodismo, de encima.

Pero la anécdota se refiere a los primeros días de Amancio en el Madrid, aún con Di Stéfano haciendo y deshaciendo a su antojo, era la temporada 62-63. En uno de los primeros partidos ligueros, no recuerdo contra quién, Amancio traía por la calle de la amargura jugando como extremo diestro a su lateral. Éste, desesperado, comenzó a coserle a patadas hasta que en una de esas le atizó fuerte en la tibia y, mientras el gallego se retorcía en el suelo, aprovechó para decirle: "Esto es un aviso: como vuelvas a intentar regatearme te parto la pierna".

Di Stéfano andaba cerca de la jugada y tuvo la fortuna de enterarse de la conversación. Cuando Amancio se levantó, renqueante, del suelo, el hoy presidente de honor le ordenó al gallego intercambiar las posiciones. En la primera pelota que tocaba como extremo derecho, Di Stéfano encaró al lateral que había amenazado a Amancio, se fue a por él y, en cuanto notó que se lanzaba al suelo para intentar robarle el balón, cambio el regate, se estrelló a propósito contra las piernas del rival y rozó con sus tacos uno de los tobillos y la rodilla de la pierna contraria del defensa farruco. Mientras se levantaba, miró al defensa y le dijo: "¿Viste? Dejá jugar al nene porque como le sigás dando patadas le voy a decir cómo hacer lo que yo te hice pero para lesionarte de verdad". Di Stéfano ordenó entonces a Amancio que recuperase su posición y el gallego acabó el partido sin sufrir ni una sola coz más de aquel aspirante a defensa.

Hambre, orgullo y defensa del compañero. ¿Alguien se imagina algo así en el Madrid actual? Feliz 2009 para todos y que el nuevo año sirva para recuperar algo de ese espíritu perdido.

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