Otra vez más el apelar a la heroica ha salido mal. En esta funesta temporada que sólo puede salvar ya un milagro en Europa en el que nadie confía no nos sale nada. 3-4 ante el Sevilla después de una primera parte de gusanos arrastrados con un señor de negro con un frusfrús en la mano para machacarles y una segunda repleta de orgullo y casta que sólo sirvió para ver cómo este año todos los chuzos caen de punta, y no sólo el arbitral. La Liga es ya un imposible y, para ser sincero, me conformo con que el próximo fin de semana, en el Camp Nou, no nos claven más de tres.
Este equipo no puede estar siempre, todos los partidos, uno tras otro, apelando a los milagros para ganar. El año de Capello y la temporada pasada salía todo, pero cuando cambia el ciclo cambia también la suerte. Y ésta, como el desodorante, cuando te abandona no te quitas el mal olor hasta que te pegues una buena ducha: limpieza de arriba a abajo.
El primero en caer será Schuster, tal vez ya mismo, en minutos. Gente muy cercana a la directiva me confirmó tras la Asamblea que el alemán estaba sentenciado y que el Madrid ya tiene atado a un entrenador para esta misma temporada, para cuando caiga Bernardo. "Ya le tenemos preparado el finiquito, es cuestión de esperar", me dijeron. El que viene será extranjero. No sé más.
En cualquier caso, será más maquillaje. Maquillaje contable por la mañana con las cuentas y maquillaje deportivo si se cargan a Schuster. Lo que hace falta es un cambio transversal en el club, pero no de abajo a arriba, sino de arriba a abajo. Las miserias blancas de esta temporada sólo son achacables a una pésima gestión. Que cada palo aguante su vela.
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