Hoy me siento avergonzado de ser madridista. Profundamente avergonzado. Me dan ganas de coger unas tijeras y hacer trizas el carné de socio, 22 años de antigüedad ya. Lo que he tenido la ocasión de vivir en primera persona en la Asamblea Ordinaria de esta mañana (y casi media tarde) es simplemente vomitivo. Más allá de que uno sea calderonista, opositor, neutro o lo que quiera ser. Las cuentas se han aprobado, sí, pero a costa de dejar la imagen del club, de mi club, hecha trizas.
La Asamblea ha sido un mero instrumento para sacar adelante unos presupuestos. Me da igual que sean maravillosos o falseados. Lo triste, lo verdaderamente triste, es la imagen tercermundista que ha dejado el Madrid hoy: una república bananera al lado de esta entidad es mucho más democrática, transparente y cabal. Y todos miran para otro lado: los que están en el poder porque ahora les beneficia y los que no, porque les beneficiará en el futuro.
Hay cien mil cosas para hablar, cosa que haré a partir de mañana porque quiero ver al Sevilla. Pero hoy me asquea ser del Madrid. Vergüenza. Eso es lo que siento.
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