lunes, 25 de mayo de 2009

Grazie, Fabio


Por fin llegó el telonazo a la Liga en el Bernabéu. En el partido de los pobres, ése en el que nadie se juega nada, con las gradas ocupadas siendo agradecidos al sesenta por ciento de su capacidad y con miles de abonos cedidos a los parientes que tenían ganas de ir al estadio. Con el partido de trámite, el choque recuperó una de las viejas tradiciones del madridismo: las guerritas de aviones a ver quién hace el bichejo que llegue más lejos. No lo veía desde tiempos de la Quinta (entonces era ganando Ligas, eso sí) y ayer volvió con fuerza la tradición aprovechando que sobre cada asiento había un programita de la infumable Peace Cup, pero eso sí con buen papel (tenía pinta de ser por lo menos un 200 gramos satinado).

Por lo menos 25 llegaron al césped, ante la algarabía general, que al menos encontró algo con lo que entretenerse desde que Cannavaro salió del cesped. Lo he dicho mil veces y lo mantengo: ojalá no le echemos de menos, porque va a ser difícil encontrar un central parecido a él en los próximos 25 años. Sí, entradito en años, lo que mermaba algunas de sus capacidades físicas, pero no he visto nunca, nunca, un central con su colocación, con su sentido de equipo, con su carisma y que sepa cuidar a los que llegan como Il Duce lo hacía. Pocos de percataron ayer, pero Casillas, Javi García y Miguel Torres, más Drenthe, fueron los que se quedaron en el campo a aplaudir su vuelta de honor. Los canteranos y el pipiolo.

Ahora que muchos lamentan la baja de El Pescaílla Pepe, el experto en zapateaos, conviene recordar que la racha del Madrid de Juande entre Barça y Barça se cimentó en la fortaleza defensiva del eje italoportugués: Pepe aprovechando su descomunal envergadura, potencia y velocidad para salir al corte y Cannavaro por detrás guardando las espaldas gracias a su sentido de la colocación. Sin el napolitano se nos marcha la mitad de la defensa y Garay no deja de ser un defensor de medio pelo. Que puede crecer, sí, pero esta campaña lo que ha hecho precisamente es lo contrario: menguar.

Por supuesto, me quedo con gestos de Fabio: el tocarse el corazón ante los aplausos, las reverencias al ser sustituido, su vuelta de honor para aplaudir él a la grada, no al revés... Será italiano, llegaría de rebote por el Moggi-gate, pero es más madridista que el ochenta por ciento de la plantilla. Y morirá sabiendo que el Bernabéu es su casa y que aquí se le reconoce lo que dio por este club. Todavía hoy el inefable Segurola dice que el Madrid ha perdido los papeles y que se demuestra en que la afición aplauda a Cannavaro en su adiós. A un tío que lo ha dado todo, que no ha dado ni un problema ni dentro ni fuera del campo, que ha sido un ejemplo para muchos y que ha jugado siempre con una sonrisa en la boca disfrutando cada instante y no soltando espumarajos como otros... Que un tío del Athletic tenga las santas narices de decirle al madridismo lo que tiene o lo que no tiene que hacer es de traca. Menos mal que no lo consigue. Grazie, Fabio.

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