martes, 27 de enero de 2009

Afición callada. ¿Y?


En vista del éxito que han tenido los comentarios de la anterior entrada, hoy toca hablar de la afición (sigue pendiente el post sobre el caso Mata, no se me ha olvidado). Algunos anónimos (al menos dos, por la forma de escribir. Desde aquí les recomiendo que se inventen un nick para poder dirigirme a ellos de forma individual) dieron su punto de vista acerca de la pasividad de los aficionados que acuden al Bernabéu: que si no animan, que si sólo comen pipas, que si no saben de fútbol y tal. No seré yo quien defienda al respetable, cada uno es mayorcito para defenderse por sí mismo, pero sí quiero dar mi visión particular, creo que casi 23 años de socio me dan para poder hacerlo.

El público del Bernabéu ha sido siempre igual. Siempre. Es el juego del equipo el que anima al público y no al revés, cosa de ser el equipo más laureado. Excepto algunos partidos puntuales (eliminatorias de Copa de Europa, el Barça, el Atleti, los equipos vascos y poco más) la gente no va al campo con la predisposición de animar. Y a mí me parece perfecto.

¿Que por qué? Pues porque cuando jugamos contra el Valladolid, por ejemplo, no voy motivado. Voy a ver a unos funcionarios en acción: pim-pam-pún, 3-0 y para casita, que es lo que quiero. Sin sudar, sin pasión. Así ha sido siempre (excepto en los primeros años de la Quinta, donde ganar por menos de 4-0 era un mal partido) y así será para los restos.

En los últimos tiempos, además, ha habido varios factores que han contribuído a que el público, normalmente gélido, se congelara definitivamente. De un lado, la obligatoriedad de que todas las localidades sean de asiento, el mayor mal del fútbol moderno. No sólo pasa aquí, en el Manchester, por ejemplo, sucede algo similar. Lean el final de la segunda respuesta de esta entrevista...

A ello se añade, además, otra solución que ha resultado contraproducente: la calefacción. En inverno, cuando llego al campo a 2 graditos y te colocas debajo de las macroestufas de las cubiertas te entra un sueñecito que te deja KO. Sí, muy cómodo y tal, pero contrariamente a Relaño, quien defiende un estadio con todas las comodidades y sólo para elegidos para que la gente se quede en casita y pinche el PPV, el campo es para estar lo más incómodo posible para así tener que moverte y animar, saltar para entrar en calor... No digo nada, claro, de la estupidez de los palcos, gradas vips y sus trajeados habitantes: cubata va, canapé viene y a figurar, que es genial para gente a la que el fútbol le da igual: aproximadamente 15.000 de las 72.000 localidades del Bernabéu son de glamourosos silenciosos, demasiados.

El resto van al fútbol a hacer lo que les apetece, que para eso pagan. Para desmemoriados, yo también tuve que estar dos años en lista de espera para hacerme socio (de 1984 a 1986, no es nuevo, pues) y claro, ahora que tengo mi abono no me lo van a quitar ni con agua hirviendo. Me da igual que el resto coma pipas (y justo a la izquierda de mi abono, primer anfiteatro del Fondo Sur, tengo una señora que es una auténtica máquina de deglutirlas) o se endilguen bocatas de tortilla en el descanso. Y eso que nunca jamás me he llevado algo de comer a un estadio. Pero si quieren hacer eso, perfecto. Igual que si quieren gritar.

Los anónimos también criticaban ayer que el madridista no tiene ni idea de fútbol porque pitó a Zidane... Como si Zizou fuera el paradigma de lo que debe ser un futbolista. Pero también ha aplaudido al Ajax de Van Gaal cuando le dio un soberano repaso al Madrid de Valdano. Y al Odense, cuando se llevó once de un partido de Copa de Europa.

No está de más recordar que Puskas fue duramente criticado por gordo, que Manolo Velázquez fue el Guti de los 60-70 (igual de idolatrado que de odiado), que Míchel se tuvo que ir de un partido por la bronca de la afición, que a Martín Vázquez (Maripili, ¿o ya nadie se acuerda?) no le aguantaba nadie hasta el año de su explosión, justo antes de irse al Torino... Esto es el Madrid y el aficionado es así desde el principio de los tiempos. Ésa es su grandeza, el ser garante de que no se pone la blanca un jugador que no se parte el pecho por el club. Por eso el madridista es, ante todo, el más crítico con su equipo.

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