Hay cosas que no se pueden cambiar, y una de ellas es la verborrea desmedida en cuanto a uno le plantan un micrófono en los alrededores. Le pasaba a Jesús Gil y le pasa, vaya por Dios, a Ramón Calderón. El ex presidente del honor mancillado será esta noche el invitado estrella a una edición especial de La Noria tras el partido de Copa entre los dos equipos barceloneses. Ni una semana ha sido capaz de aguantarse callado.
Tengo interés por ver con quién tiene que lidiar el ex presidente. Si le ponen una ganadería de plaza de tercera (AS, SER, Canal+, la SER, etcétera) o por el contrario tendrá que ajustarse la taleguilla para evitar ser empitonado por un Victorino (Marca, la COPE, El Mundo...). Sí me imagino que como gran jefe de la tertulia estará JJ Santos, insigne atlético.
La pena es que no esté María Antonia Iglesias frente a Calderón: como al ex presidente le dé por soltar una lagrimilla, la rana gustavo de la televisón española se tiraría a la yugular con su extraordinaria capacidad para soltar excrementos por la boca. Las sandeces de Enric Sopena también serían cosa fina, me imagino. En fin, vaya quien vaya no me lo perderé, no sea que aproveche para sacudirle a alguien de su Junta.
Por cierto, no puedo dejar de comentar una anécdota que viví con Manolete hace unos cuantos años, cuando circuló el bulo de que Jesús Gil no había fallecido, que se había hecho una operación de estética y que ahora vivía en Suramérica. Al tener constancia del runrún, Manolete se partió la caja. "Eso es imposible. Si fuera cierto hubiera llamado a todos los periodistas que conoce para decirles: 'Manoleeete. Que estoy pirfestameeeeente. Estos dilincueentes si han tragao lo de mi mueer-tee'. ¡Si no se sabe estar callado!". Algo parecido le pasa a Calderón, cinco días de silencio y a rajar. 15 millones de las antiguas pesetas tienen, dicen, la culpa.
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